El teletrabajo y la digitalización del proceso productivo
requerirán inversión y regulación, pero se quedarán. Los expertos discrepan
sobre si los ERTE son una herramienta que se seguirá usando mucho tras la
crisis.
Las manifestaciones del Primero de Mayo surgieron como acto
reivindicativo para que los trabajadores consiguieran una jornada laboral de
ocho horas. Hoy, 130 años después de la primera celebración de este día en España,
conviene recordar que esas ocho horas de trabajo vuelven a ser un lujo para
millones de trabajadores. En cuestión de días, cinco millones de ellos no
tienen dónde ir a cumplir esas ocho horas porque han perdido su empleo (se han
destruido 900.000 puestos en la segunda quincena de marzo) o lo tienen en
suspenso por un ERTE. Además, otro número indeterminado, pero que se presupone
muy abultado, trabajan muy por encima de esas ocho horas, ya sea presencial o
telemáticamente.
Pero el que la jornada de ocho horas se haya convertido en
una quimera para millones de trabajadores es solo uno de los efectos negativos
de la pandemia de Covid-19, que ha estallado como una bomba nuclear sobre la
economía y las relaciones laborales del mundo entero y que España está
sufriendo con especial intensidad.
La gran incógnita es cuántos de estos convulsos cambios que
está experimentando el mundo laboral han venido para quedarse el día después de
tener controlada la crisis sanitaria y cuáles no. Lo primero que ponen de
manifiesto los expertos consultados es la enorme incertidumbre que existe
acerca de estos futuros cambios, porque dependerán de cómo y cuándo se controle
la pandemia.
Pero, más allá de esa premisa, la mayoría coincide en que
hay dos cuestiones más susceptibles de perdurar tras la crisis que otras. Se
trata, por un lado, del teletrabajo y la digitalización de los procesos
productivos y, en segundo lugar, de los cambios de patrones de consumo, que
podrían modificar muchas de las relaciones laborales, tal y como hoy las
conocemos.
La doctora en Derecho del Trabajo de la Universidad de
Castilla-La Mancha Luz Rodríguez destaca que “habría que ser conscientes de
todo lo que nos está ayudando la tecnología a mantener activa una buena parte
de la actividad económica (educación, servicios de asesorías, ocio, sanidad,
medios de comunicación, etc.). También ha facilitado la tramitación
administrativa de las ayudas”. Por ello, insiste en que la digitalización está
siendo “un elemento central para que la economía no se paralice por completo. Y
esto nos lleva a la necesidad de invertir en la transformación tecnológica”.
De hecho, según datos de la Fundación Europea para la Mejora
de las Condiciones de Vida y de Trabajo (Eurofound), que cita Rodríguez, solo
el 7% de los españoles asegura teletrabajar alguna vez y apenas el 3% dice
hacerlo regularmente.
No obstante, en esta intención de permanencia del
teletrabajo surgen inmediatamente algunas cuestiones que corregir. “Las
empresas han visto que el trabajo a distancia genera evidentes mejoras de
productividad, pero va a haber que regularlo por ley. No puede ser todo corra a
cargo del empleado (el pago de la línea wifi, los equipos informáticos), hay
que regular quién paga qué”, asegura el secretario general de UGT, Pepe
Álvarez.
A esto se une la “falta de fronteras entre la vida personal
y la laboral”, añade Rodríguez, que según coincide con Álvarez, se debe regular
por ley.
Desde el lado empresarial, el presidente de la patronal de
las pequeñas y medianas empresas (Cepyme), Gerardo Cuerva, destaca que la
variable de proteger la salud que ha irrumpido en la sociedad y en la economía
hace que cambie el punto de vista de la regulación del teletrabajo, “porque no
es lo mismo el trabajo a distancia sobre el modelo productivo anterior a la
pandemia que en el nuevo que pueda surgir”, matiza. Es más, este dirigente
empresarial se muestra convencido. “Hoy ni siquiera podemos saber cómo van a
ser los modelos de negocio del futuro más inmediato porque no sabemos cómo
evolucionará una variable externa como la salud. La pandemia ha metido más
revoluciones a la hora de buscar nuevos modelos de negocio que hasta hoy
estaban dormidos”, dice Cuerva.
Si bien sobre este punto, el secretario general de CC OO,
Unai Sordo, llama la atención sobre los peligros que pueden surgir con esos
nuevos modelos de negocio: “Va a haber mucha más economía de plataforma y
muchos más falsos autónomos, ante el riesgo de que la gente sin empleo se tenga
que buscar la vida”, alerta.
Pero entre los expertos hay quien advierte también que
debido a la acelerada digitalización y automatización que están experimentando
los agentes del mercado español, podría aumentar la brecha digital, ya que este
proceso beneficiará a la parte alta y más cualificada de la pirámide laboral y
podría perjudicar a los empleos que ya son más precarios e intensivos en mano
de obra.
Todo esto tiene relación también con cómo afectará el
esperado cambio en los patrones de consumo marcados por la prevención y las
normas de distanciamiento social que, independientemente de cuánto dure la
pandemia, muchos de los expertos creen que es una tendencia que también ha
venido para quedarse.
Nuevos
modelos
“Va a haber muchos menos dependientes de comercio y más
trabajadores de logística y repartidores”, advierte Unai Sordo. Llegados a este
punto surge la más que posible necesidad de que muchos trabajadores transiten
hacia los nuevos modelos de negocio que se potencien o que aparezcan. Si bien a
ninguno de los expertos consultados se le escapa que dicha transición no es ni
fácil ni rápida, por lo que se vislumbra un nuevo desacoplamiento en el mercado
de trabajo.
Además del teletrabajo, la digitalización y los nuevos
patrones de consumo que cambiarán los modelos de negocio, Álvarez (UGT) cree
que las empresas han visto otras potencialidades en los efectos de esta
pandemia: el uso de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE)
como mecanismo de flexibilidad interna alternativa a los despidos. “Espero que
los empresarios se hayan dado cuenta de que los ERTE ya propician la
flexibilidad necesaria en el mercado laboral y que esto sirva para reducir la
temporalidad”, expone.
A este respecto, Sordo coincide en que, tras controlar la
pandemia, “los ERTE se podrán usar más que antes, pero tampoco pueden ser barra
libre, sino que implicará un mayor control sobre las causas de estos ajustes y
de los despidos; solo así podremos sacar una enseñanza de este asunto que se
quede después de la crisis”.
No obstante, en el colectivo de economistas tienen serias
dudas acerca de que las empresas sigan recurriendo a los ERTE, sobre todo como
alternativa a la temporalidad, si se mantiene la exigencia de no poder despedir
durante los seis meses posteriores al fin del ajuste. Además, alertan de que
este hipotético mayor recurso a los ERTE como algo definitivo en el mercado de
trabajo supondría una socialización de las pérdidas de las empresas.